domingo, 22 de marzo de 2009

Brasil, una vez más


























































Este fue mi quinto viaje a Brasil y sé que no será el último porque a Brasil nunca se lo termina de conocer.

Todo empezó con un encuentro con amigos en una vieja casa de Palermo que mucho conoce del sonido que el tango dejó en sus paredes. Se trata de La Casa de María Tango. Allí se cuidan los detalles y el objetivo es pasarlo bien. Muy recomendado para quienes quieren conocer la esencia de Buenos Aires.

Empecé en San Pablo. La ciudad deSan Pablo es impresionante. Ya desde el avión uno tiene la primera idea de la magnitud del crecimiento de esta ciudad que, según dicen, ocupa el segundo lugar en cantidad de población luego de Nueva York dentro de América.

Queda muy claro la importancia económica dentro de la región, el liderazo de crecimiento sostenido y la influencia para los demás países.

Allí en San Pablo recorrí el Parque Ibirapuera, el Museo de Arte, el Mercado Municipal, las calles del centro económico. En San Pablo se respira un Brasil diferente al que yo ya conozco. San Pablo es el corazón de un empuje fuerte hacia adelante, siempre hacia adelante.

Luego seguí hacia Caraguatatuba. Nuevo lugar para mí que no estaba en mi itinerario. Pero eso es bueno. Es una ciudad pequeña, tranquila, donde la playa atrae por su calma y quietud.

Próxima parada: Paraty. El centro colonial impecable con sus calles de empedrado te recibe con el aire de toda ciudad que sabe como atraer a los viajeros. Cerca de allí, a unos 25 kilómetros, están las playas de Trindade con posadas y un aire relajado que te seduce.
Una escala obligada en Río de Janeiro para hacer conexión con Belo Horizonte y seguir hasta Ouro Preto. En Río volví al barrio de Santa Teresa. Allí hay un poco de Brasil dentro de la gran Río. Santa Teresa es el lugar de bares y sitios para descubrir, silencioso y colorido. Algo imperdible: subirse al vagón amarillo del tranvía.

Luego, Ouro Preto. Un sitio protegido por ser Patrimonio de la Humanidad, lo cual es bueno, porque es esencial preservar el caro sentido histórico para todos los humanos. Allí cada piedra, cada edificio, cada iglesia manifiestan un oscuro grito de dolor de un pasado cargado de injusticias contra los esclavos que llegaban desde Africa. El museo principal de la ciudad permite ver algunos elementos de tortura aplicados en el triste y doloroso pasado. La ley decía que cada 2000 habitantes se debía levantar una iglesia. Donde levantes tu vista podés ver una edificación de tipo religioso. Entonces empiezan a circular por mi mente los mismos conceptos que me llenan de bronca y dolor. Ha cambiado algo desde entonces?

Desde Ouro Preto seguí hasta Porto Seguro. Con un bus local llegás a unas playas realmente muy tranquilas que valen la pena ser visitadas. Y camino a las playas te podés detener en un centro que agrupa a los supuestos descendientes de los indios Pataxós. Apenas interesante.

Desde Porto Seguro hice un corto viaje a Arrayal de Ayuda donde se puede visitar el centro histórico y las playas de Pitinga.

Luego llegué a San Salvador de Bahía. Me alojé en un hostel que estaba a un paso de la playa en el sector de la conocida barra. El lugar es inmejorable para alojarse. El atardecer desde uno de los fuertes está todavía en mi memoria.

Y allí muy cerca está el famoso Pelourinho. Cómo describirlo? Allí abunda el color, la vibrante energía y un sinfín de personajes que hacen que ese lugar sólo pueda estar en Brasil.

Entonces entiendo de dónde sacaba toda esa maravillosa inspiración Jorge Amado.

La noche del martes es pura fiesta, laten las calles y la emoción se confunde con la sorpresa. Nadie quiere que termine la fiesta. Los tambores dejan de escucharse pero el sonido quedó alojado en algún rincón o en alguna esquina que huele a cachaza.

Siempre se vuelve a Brasil. Atrae desde la historia hasta sus increíbles playas, desde su gente cordial hasta la abundancia de todo, o casi todo. Sí, siempre se vuelve.