LOS PAÌSES MÀS FELICES
DEL MUNDO.
La sección de turismo
de uno de los principales diarios de mi país eligió este título para referirse
a Dinamarca, Noruega y Suecia.
Los humanos buscamos la
felicidad. Los países también? O sea, los gobiernos de esos países buscan la
buena calidad de vida para sus habitantes y asì logran que sean felices. Será
asì? Fuì, observè y lleguè a algunas conclusiones.
Copenhage, Estocolmo y
Oslo crecieron juntas pero se diferencian muy bien una de la otra. Son
atractivas y seductoras sin olvidar las antiguas raíces vikingas.
COPENHAGE
Tengo la suerte de
haber elegido pertenecer al grupo “Couchsurfing” que reúne a viajeros de todo
el mundo, lo cual nos permite estar conectados con diferentes fines. Cada uno
puede ofrecer un lugar en su casa como alojamiento, siendo totalmente gratis.
La idea es brindar hospitalidad. Si uno no quiere compartir su vivienda con
alguien también se puede optar por acompañar al visitante en una recorrida por
la ciudad, llevándolo a esos lugares fuera de la ruta màs transitada que
generalmente son mucho màs interesantes que los tìpicos espacios turísticos que
agobian de sòlo pensarlos.
En Copenhage me
esperaba mi gran amigo Knud que, ni bien me vio llegar, me dijo: “Supongo que
no querrás ir a ver a la Sirenita, no?”.
La famosa Sirenita es
una estatua de bronce, que se encuentra en el Parque Langelinie,
en la Bahía del Puerto de Copenhague, que desemboca al Mar Bàltico y próxima
también al Real Palacio de Amalienborg, sobre unas rocas que se adentran en el
mar. Su escultor se inspirò en un cuento de hadas de Hans Christian Andersen.
En la actualidad es el símbolo más prominente de la ciudad. Su fama es
internacional y es visitada a diario por gran cantidad de turistas de todo el
mundo que hacen largas filas para sacar la tan ansiada foto.
Creo que ya podràs
imaginar cuàl fue mi respuesta. No y no.
La capital de Dinamarca
es elegante, con una peatonal larguísima donde hay de todo, como en cualquier peatonal. Se hace muy placentera la caminata ya que la
riqueza arquitectónica antigua se mezcla muy bien con la modernidad y ninguna
invade a la otra.
Todo se encuentra a
mano concentrado en las calles del centro por eso me resultò una ciudad tan
amigable.
No hay ruidos y hay
muchas pero muchas bicicletas con sus canastitos adornados con flores porque se
celebra la primavera y el verano. El culto a estas estaciones es esencial en
países donde los inviernos con sus largas noches lo cubren todo.
Knud me lleva a probar
la tan conocida pastelerìa danesa con un rico tè con mezcla de hierbas mientras
cae una leve llovizna.
Las casas de tè y
cafeterìas están repletas, la atención de los mozos es màs que cordial y se
escucha buena música. No se puede pedir màs. En un cuadro sobre la pared se lee
“Amor y respeto”.
Es el dìa de la famosa
competencia de triatlòn “Ironman” (Hombre de Hierro) y la gente se agolpa en
las veredas para ver pasar a los corredores entre los que està el rey. No se
observa ningún operativo de extrema seguridad. Todo transcurre con alegría. Nos
regalan unos cartones que se pliegan y al golpearlos sobre la palma de la mano
producen un sonido muy parecido al aplauso que se usa para alentar a los
corredores mientras van pasando delante nuestro.
Cruzamos un amplísimo
parque cuando ya había caìdo el sol y Knud me acompañaba al hotel donde yo me
alojaba. Le dije que camináramos màs rápido porque cruzar el parque para mì
implicaba peligro y sobre todo en aquellas horas. Knud me dice que no me
preocupe, que todo es muy seguro. Y asì fue.
Al dìa siguiente
recorrimos otra zona bien distinta. Se trataba de un barrio màs pobre donde
viven las minorías que son principalmente árabes, africanos o aquellos que
llegaron desde las repùblicas de la ex Uniòn Soviètica. Las construcciones son
precarias, abundan los grafitis y las bolsas de residuos por todos lados.
Knud me cuenta que se
siente muy afortunado por haber nacido en un país como Dinamarca porque su vida
ha sido y es muy buena allì. Trabajò como maestro sustituto en escuelas
primarias y es fotógrafo profesional. Ahora està jubilado y sus ingresos
económicos son muy buenos -superiores a los de su etapa activa- lo cual le
permite viajar por todo el mundo.
Me llama la atención
saber que sus horas de trabajo, cuando era maestro, eran muy limitadas, apenas
unas 3 o 4 horas en una semana, ya que lo convocaban sòlo el dìa que un docente
debía ausentarse de su tarea habitual. Knud me dice que con la cantidad de horas
que yo trabajo (un total de 48 en la administración pública màs 18 horas en
docencia) yo sería casi millonaria en su país.
Ahora voy comprendiendo
por què se siente tan afortunado.
Knud recuerda sus días
de trabajo en las escuelas. Me cuenta que la educación se basa fundamentalmente
en tres conceptos: ayudar a que el alumno piense, enseñarle a ser libre y a tomar decisiones.
El docente no se ubica en la posición de superioridad impartiendo òrdenes.
Me dice que su único
temor es ser secuestrado o torturado en algún país mientras viaja. Knud ha
viajado por Africa y por algunos países de Asia Central, lugares que no gozan
de buena reputación entre los viajeros sobre todo por la inseguridad y los
peligros de toda índole con que cualquiera se puede enfrentar. Un ciudadano con
pasaporte de la Uniòn Europea es un blanco muy codiciado porque todo el mundo
sabe la muy buena calidad de vida que hay allì y lo ansiado que puede resultar
vivir en tierras danesas.
Es muy común que se
roben los pasaportes de los daneses y esto lo sabe Knud muy bien porque me
cuenta anécdotas de sus compatriotas que han sufrido durante angustiosas
travesìas por el mundo.
Knud trabaja en centros
de refugiados ya que Dinamarca ha dado asilo a muchos sirios que han escapado
de la guerra civil. Conoce a fondo la penosa experiencia de estas personas que
no pueden trabajar, sòlo reciben una magra suma de dinero del gobierno y tienen
una única esperanza que es quedarse en Europa y no volver jamàs a su devastado
país. Pero saben que eso será casi imposible.
Pienso en la profunda
contradicción que me manifiesta Knud: se siente afortunado por vivir en
Dinamarca y teme ser secuestrado mientras viaja al exterior por tener pasaporte
de la Uniòn Europea, algo tan codiciado por muchos.
ESTOCOLMO.
Bonita ciudad, muy
bonita. Es uno de los destinos nórdicos màs románticos. La enorme cantidad de
islas que forman este territorio están conectadas por puentes, lanchas o trenes.
Nuestro hotel estaba
bastante lejos del centro lo cual fue muy bueno porque pudimos observar el
barrio que nos rodeaba. Edificios de 4 pisos rodeados de jardines, unos pocos
supermercados pequeños, un par de cafès y restaurantes y mucho silencio.
Mientras caminamos
hacia el embarcadero para tomar la lancha hacia el centro vimos una silla con
almohadones, unas revistas y una manta màs un par de pantuflas. Alguien había
estado leyendo y seguramente regresarìa.
Tomamos la lancha,
llegamos al centro. Recorrimos sin prisa la zona del ayuntamiento donde se
entregan los Premios Nobel cada 10 de Diciembre.
El sol de Agosto es
celebrado con flores en las mesas de los bares, en las fachadas de los
edificios y en adorables coronitas que llevan las niñas.
Llegamos al Museo de
Abba, la famosa banda de música pop que nos acompañò en la adolescencia. El
museo no es màs que un homenaje a los integrantes del grupo, reconocidas en
todo el mundo y que además se disputan haber vendido màs discos que Los
Beatles, cosa que no me parece tan cierta. Fue bueno visitar el museo que està
en una zona magnìfica, rodeado de un parque muy cuidado.
Estocolmo es magnìfica.
Es una de esas ciudades a las que volverìa porque uno se siente seguro y bien.
Regresamos al hotel con
la misma lancha que salìa desde el muelle del centro.
Volvimos a encontrar la
silla con los almohadones, las revistas y las pantuflas. Ya era casi de noche.
OSLO.
Ciudad pequeña y
accesible. Tiene una ubicación privilegiada entre el mar, las montañas y los
fiordos.
A los noruegos no les
gustan las rejas ni nada que impida el libre acceso a cualquier lugar. Una reja
es el símbolo de una marca de distanciamiento.
Caminábamos por un
bellísimo parque hasta que llegamos a un palacio que, sin saberlo, era el
palacio donde vive el rey. Llegamos justo en el momento en que se hacìa el
cambio de guardia.
Nada ni nadie nos
impidió acercarnos y estar muy próximos a los jóvenes que custodian el lugar.
Debido a estrictas
normas internacionales de seguridad todos los aeropuertos del mundo deben estar
rodeados por muros o rejas. Noruega tuvo que acatar esas ordenes aùn
manifestándose en contra.
Este hecho que puede
parecer irrelevante es quizás la clave para comprender lo que significa la
palabra Libertad para el pueblo de Noruega.
Noruega es un país rico
donde se han descubierto yacimientos de petróleo. Se pagan altos impuestos pero
la calidad de vida de su gente es una de las mejores del mundo.
Le pregunto a uno de
sus habitantes cuàl sería la clave para que todo funcione tan bien. Sin dudarlo
me responde: “la confianza”. Cada persona confía en su vecino. Confían en su
gobierno pero lo controlan y vigilan de cerca. Si alguien hace algo que no està
bien será denunciado. Todos saben que el funcionamiento de la sociedad es un
frágil mecanismo que depende de todos y cada uno.
En cada casa se ve un
mástil con la bandera del país lo cual marca el profundo sentido nacionalista
quizás màs que en los otros países nórdicos.
Nos paramos en una
esquina para cruzar la calle. No hay semáforos pero los automovilistas se
detienen para dejarnos pasar.
Me dicen que los
noruegos aman su país porque allì se sienten felices y libres, la combinación
perfecta para la vida en sociedad.
Es muy común que
durante los meses de verano los noruegos abandonen sus casas y se vayan a hacer
vida en el campo, en la naturaleza. Para eso se alojan en pequeñas casitas de
madera que no tienen luz ni agua. Al escuchar esto pensé que no sería muy placentero.
El tema es volver a lo natural, a los orígenes mismos de la vida del hombre en
la tierra, en contacto con la naturaleza de la cual nos alejamos. Pensé: eso
también es acercarse a la màs absoluta libertad.
Todos respetan las
normas y hasta parece que van por la vida sin apuro.
Con sòlo mirar sus
caras uno ve la alegría que se contagia en el mismo momento en que se entabla
una conversación.
Idílico? Utòpico?
Nada de eso. Es
posible. La prueba està a la vista y sòlo hay que ir para poder comprobarlo.