martes, 5 de enero de 2010

I LIKE


I like the rain on my face.
I like watching birds flying over the trees.
I like the sound of a piano.
I like the winding roads that lead to nowhere.
And the letters that make words.
And the smiles after the tears.
And when the sun rises to remind us that there are hopes.
And when my dog jumps full of joy every time I arrive home.
And when blue mixes with red to make purple.
And when Jesus answers my prayers.
And the stream of clear waters which run over rounded stones.
And the map which shows new places to discover.
And your voice speaking very slowly.


VIAJERA

VIAJERA.

Descubrir. Explorar. Asombrarme. Dejarme llevar por el camino.
Cuando viajo voy pasando por todas estas etapas. No hay nada que me deslumbre más que emprender un viaje. No sé muy bien por qué. Tampoco sé si debo saber el por qué. Creo que no me interesa demasiado. Soy una viajera más en el camino. Comparto el mismo pensamiento con otros viajeros y viajeras. Otros solitarios. Eternos solitarios. Nos une el destino nuevo que está a la vuelta de la esquina. Y cruzamos mares. Atravesamos ríos y quebradas. O nos quedamos esperando el tren mientras la charla acorta los tiempos. Cada momento es único, irrepetible. Los viajeros sabemos de la espera con incertidumbre. Una tarjeta de embarque, un reclamo de equipaje, una reserva de alojamiento, una despedida y miles de encuentros. Rostros que vemos una sola vez en la vida en tierras lejanas. Lejos? No. Cerca, siempre cerca. Nos sonríen. Nos saludan unas manos agitadas al viento. El aire revuelve el pelo en la cubierta de algún barco. Hay que comprar galletitas para el viaje. Un café caliente para el desayuno se sirve en la mesa del bar. O quizás pedir un café es insólito en algunos lugares donde desayunar implica una mezcla profunda de sabores intensos en un potaje repleto de colores. Nos animamos a probar sabores diferentes y nos causa gracia la extraña combinación de ciertos alimentos. Siempre causamos sorpresa a los locales que quizás no están acostumbrados a rostros extraños, foráneos. Extiendo la mano para saludar y percibo las dudas de unos ojos que sospechan. Mi costumbre latinoamericana del abrazo y el beso en la mejilla sorprenden más aún. Y así, paso a paso, se van sucediendo las experiencias que me atrapan en una telaraña de sueños. Acaso viajar será un sueño? Tampoco importa. La vida quizás debería compararse con un viaje. Uno despierta en distintos lugares y cada instante es también un desafío. No sé hacia dónde voy. Pero sé de cada camino donde estuve. Queda grabado en algún rincón de la memoria. Una foto me ayudará a recordar. Quiero recordar cada momento, cada sonrisa, cada color, cada sabor, cada olor intenso. Cada lugar es único y eso lo hace irresistible. No me alcanzará la vida para recorrer el planeta que alguien llamó Tierra. Yo lo llamo Lugar. Es el lugar para los viajeros que no tenemos pausa ni prisa pero sí tenemos ansiedad por saber y conocer más. Nunca antes he aprendido tanto como en mis viajes. No me interesan las cifras ni las estadísticas ni los datos históricos. Cada lugar por sí solo me cuenta algo que no está escrito en los libros. Mi mente sé que olvidaría esos datos pero nunca olvidará la emoción del descubrimiento. Y otro viajero me recibirá en un aeropuerto o me abrazará en la despedida antes de subir al tren. Y el pasaje habla de un destino, una partida y una hora de llegada. El pasaje es mucho más que todo eso. Lleva mi nombre escrito, pero no dice VIAJERA.