sábado, 11 de junio de 2016

LOS PAÌSES MÀS FELICES DEL MUNDO.



LOS PAÌSES MÀS FELICES DEL MUNDO.
La sección de turismo de uno de los principales diarios de mi país eligió este título para referirse a Dinamarca, Noruega y Suecia.
Los humanos buscamos la felicidad. Los países también? O sea, los gobiernos de esos países buscan la buena calidad de vida para sus habitantes y asì logran que sean felices. Será asì? Fuì, observè y lleguè a algunas conclusiones.
Copenhage, Estocolmo y Oslo crecieron juntas pero se diferencian muy bien una de la otra. Son atractivas y seductoras sin olvidar las antiguas raíces vikingas.
COPENHAGE
Tengo la suerte de haber elegido pertenecer al grupo “Couchsurfing” que reúne a viajeros de todo el mundo, lo cual nos permite estar conectados con diferentes fines. Cada uno puede ofrecer un lugar en su casa como alojamiento, siendo totalmente gratis. La idea es brindar hospitalidad. Si uno no quiere compartir su vivienda con alguien también se puede optar por acompañar al visitante en una recorrida por la ciudad, llevándolo a esos lugares fuera de la ruta màs transitada que generalmente son mucho màs interesantes que los tìpicos espacios turísticos que agobian de sòlo pensarlos.
En Copenhage me esperaba mi gran amigo Knud que, ni bien me vio llegar, me dijo: “Supongo que no querrás ir a ver a la Sirenita, no?”.
La famosa Sirenita es una estatua de bronce, que se encuentra en el Parque Langelinie, en la Bahía del Puerto de Copenhague, que desemboca al Mar Bàltico y próxima también al Real Palacio de Amalienborg, sobre unas rocas que se adentran en el mar. Su escultor se inspirò en un cuento de hadas de Hans Christian Andersen. En la actualidad es el símbolo más prominente de la ciudad. Su fama es internacional y es visitada a diario por gran cantidad de turistas de todo el mundo que hacen largas filas para sacar la tan ansiada foto.
Creo que ya podràs imaginar cuàl fue mi respuesta. No y no.
La capital de Dinamarca es elegante, con una peatonal larguísima donde hay de todo, como en  cualquier peatonal.  Se hace muy placentera la caminata ya que la riqueza arquitectónica antigua se mezcla muy bien con la modernidad y ninguna invade a la otra.
Todo se encuentra a mano concentrado en las calles del centro por eso me resultò una ciudad tan amigable.
No hay ruidos y hay muchas pero muchas bicicletas con sus canastitos adornados con flores porque se celebra la primavera y el verano. El culto a estas estaciones es esencial en países donde los inviernos con sus largas noches lo cubren todo.
Knud me lleva a probar la tan conocida pastelerìa danesa con un rico tè con mezcla de hierbas mientras cae una leve llovizna.
Las casas de tè y cafeterìas están repletas, la atención de los mozos es màs que cordial y se escucha buena música. No se puede pedir màs. En un cuadro sobre la pared se lee “Amor y respeto”.
Es el dìa de la famosa competencia de triatlòn “Ironman” (Hombre de Hierro) y la gente se agolpa en las veredas para ver pasar a los corredores entre los que està el rey. No se observa ningún operativo de extrema seguridad. Todo transcurre con alegría. Nos regalan unos cartones que se pliegan y al golpearlos sobre la palma de la mano producen un sonido muy parecido al aplauso que se usa para alentar a los corredores mientras van pasando delante nuestro.
Cruzamos un amplísimo parque cuando ya había caìdo el sol y Knud me acompañaba al hotel donde yo me alojaba. Le dije que camináramos màs rápido porque cruzar el parque para mì implicaba peligro y sobre todo en aquellas horas. Knud me dice que no me preocupe, que todo es muy seguro. Y asì fue.
Al dìa siguiente recorrimos otra zona bien distinta. Se trataba de un barrio màs pobre donde viven las minorías que son principalmente árabes, africanos o aquellos que llegaron desde las repùblicas de la ex Uniòn Soviètica. Las construcciones son precarias, abundan los grafitis y las bolsas de residuos por todos lados.
Knud me cuenta que se siente muy afortunado por haber nacido en un país como Dinamarca porque su vida ha sido y es muy buena allì. Trabajò como maestro sustituto en escuelas primarias y es fotógrafo profesional. Ahora està jubilado y sus ingresos económicos son muy buenos -superiores a los de su etapa activa- lo cual le permite viajar por todo el mundo.
Me llama la atención saber que sus horas de trabajo, cuando era maestro, eran muy limitadas, apenas unas 3 o 4 horas en una semana, ya que lo convocaban sòlo el dìa que un docente debía ausentarse de su tarea habitual. Knud me dice que con la cantidad de horas que yo trabajo (un total de 48 en la administración pública màs 18 horas en docencia) yo sería casi millonaria en su país.
Ahora voy comprendiendo por què se siente tan afortunado.
Knud recuerda sus días de trabajo en las escuelas. Me cuenta que la educación se basa fundamentalmente en tres conceptos: ayudar a que el alumno piense,  enseñarle a ser libre y a tomar decisiones. El docente no se ubica en la posición de superioridad impartiendo òrdenes.
Me dice que su único temor es ser secuestrado o torturado en algún país mientras viaja. Knud ha viajado por Africa y por algunos países de Asia Central, lugares que no gozan de buena reputación entre los viajeros sobre todo por la inseguridad y los peligros de toda índole con que cualquiera se puede enfrentar. Un ciudadano con pasaporte de la Uniòn Europea es un blanco muy codiciado porque todo el mundo sabe la muy buena calidad de vida que hay allì y lo ansiado que puede resultar vivir en tierras danesas.
Es muy común que se roben los pasaportes de los daneses y esto lo sabe Knud muy bien porque me cuenta anécdotas de sus compatriotas que han sufrido durante angustiosas travesìas por el mundo.
Knud trabaja en centros de refugiados ya que Dinamarca ha dado asilo a muchos sirios que han escapado de la guerra civil. Conoce a fondo la penosa experiencia de estas personas que no pueden trabajar, sòlo reciben una magra suma de dinero del gobierno y tienen una única esperanza que es quedarse en Europa y no volver jamàs a su devastado país. Pero saben que eso será casi imposible.
Pienso en la profunda contradicción que me manifiesta Knud: se siente afortunado por vivir en Dinamarca y teme ser secuestrado mientras viaja al exterior por tener pasaporte de la Uniòn Europea, algo tan codiciado por muchos.
ESTOCOLMO.
Bonita ciudad, muy bonita. Es uno de los destinos nórdicos màs románticos. La enorme cantidad de islas que forman este territorio están conectadas por puentes, lanchas o  trenes.
Nuestro hotel estaba bastante lejos del centro lo cual fue muy bueno porque pudimos observar el barrio que nos rodeaba. Edificios de 4 pisos rodeados de jardines, unos pocos supermercados pequeños, un par de cafès y restaurantes y mucho silencio.
Mientras caminamos hacia el embarcadero para tomar la lancha hacia el centro vimos una silla con almohadones, unas revistas y una manta màs un par de pantuflas. Alguien había estado leyendo y seguramente regresarìa.
Tomamos la lancha, llegamos al centro. Recorrimos sin prisa la zona del ayuntamiento donde se entregan los Premios Nobel cada 10 de Diciembre.
El sol de Agosto es celebrado con flores en las mesas de los bares, en las fachadas de los edificios y en adorables coronitas que llevan las niñas.
Llegamos al Museo de Abba, la famosa banda de música pop que nos acompañò en la adolescencia. El museo no es màs que un homenaje a los integrantes del grupo, reconocidas en todo el mundo y que además se disputan haber vendido màs discos que Los Beatles, cosa que no me parece tan cierta. Fue bueno visitar el museo que està en una zona magnìfica, rodeado de un parque muy cuidado.
Estocolmo es magnìfica. Es una de esas ciudades a las que volverìa porque uno se siente seguro y bien.
Regresamos al hotel con la misma lancha que salìa desde el muelle del centro.
Volvimos a encontrar la silla con los almohadones, las revistas y las pantuflas. Ya era casi de noche.
OSLO.
Ciudad pequeña y accesible. Tiene una ubicación privilegiada entre el mar, las montañas y los fiordos.
A los noruegos no les gustan las rejas ni nada que impida el libre acceso a cualquier lugar. Una reja es el símbolo de una marca de distanciamiento.
Caminábamos por un bellísimo parque hasta que llegamos a un palacio que, sin saberlo, era el palacio donde vive el rey. Llegamos justo en el momento en que se hacìa el cambio de guardia.
Nada ni nadie nos impidió acercarnos y estar muy próximos a los jóvenes que custodian el lugar.
Debido a estrictas normas internacionales de seguridad todos los aeropuertos del mundo deben estar rodeados por muros o rejas. Noruega tuvo que acatar esas ordenes aùn manifestándose en contra.
Este hecho que puede parecer irrelevante es quizás la clave para comprender lo que significa la palabra Libertad para el pueblo de Noruega.
Noruega es un país rico donde se han descubierto yacimientos de petróleo. Se pagan altos impuestos pero la calidad de vida de su gente es una de las mejores del mundo.
Le pregunto a uno de sus habitantes cuàl sería la clave para que todo funcione tan bien. Sin dudarlo me responde: “la confianza”. Cada persona confía en su vecino. Confían en su gobierno pero lo controlan y vigilan de cerca. Si alguien hace algo que no està bien será denunciado. Todos saben que el funcionamiento de la sociedad es un frágil mecanismo que depende de todos y cada uno.
En cada casa se ve un mástil con la bandera del país lo cual marca el profundo sentido nacionalista quizás màs que en los otros países nórdicos.
Nos paramos en una esquina para cruzar la calle. No hay semáforos pero los automovilistas se detienen para dejarnos pasar.
Me dicen que los noruegos aman su país porque allì se sienten felices y libres, la combinación perfecta para la vida en sociedad.
Es muy común que durante los meses de verano los noruegos abandonen sus casas y se vayan a hacer vida en el campo, en la naturaleza. Para eso se alojan en pequeñas casitas de madera que no tienen luz ni agua. Al escuchar esto pensé que no sería muy placentero. El tema es volver a lo natural, a los orígenes mismos de la vida del hombre en la tierra, en contacto con la naturaleza de la cual nos alejamos. Pensé: eso también es acercarse a la màs absoluta libertad.
Todos respetan las normas y hasta parece que van por la vida sin apuro.
Con sòlo mirar sus caras uno ve la alegría que se contagia en el mismo momento en que se entabla una conversación.
Idílico? Utòpico?
Nada de eso. Es posible. La prueba està a la vista y sòlo hay que ir para poder comprobarlo.












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