sábado, 11 de junio de 2016

Mi amigo, mi perro.

Se llama Bono. Mi hijo eligió ese nombre. Y fue una buena elección.


Tiene los ojos llenos de brillo, siempre atentos.


Una caricia o una palabra son suficientes para que nos demuestre su alegría.


Se hizo amigo de los pájaros que visitan su jardín aunque aveces le roban la comida.


Refleja tristeza y desconcierto cuando sabe que nos vamos y no estaremos en casa por unos días.


A nosotros también nos pasan cosas cuando lo dejamos. Lo extrañamos.


El momento de alimentarlo siempre es para festejar. Dá brincos en el aire, nos agradece con la mirada dulce plena de amor.


Nos recibe con esa alegría que parece que sólo los animales sienten. Cada regreso nuestro a la casa es motivo de júbilo y sonrisas. El nos hace sonreir.


Y creo que también comprende cuando no tenemos ganas de seguir sus juegos.


Siempre pensé que los animales posee una sabiduría que los humanos no tenemos. Es como que ellos conocen todas las respuestas. Alguien los dotó de esa capacidad maravillosa de entender y comprender todo.

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